jueves, 23 de abril de 2020

Clases de política y políticos sin clase





Todavía habrá quien afirme que se aburre durante el confinamiento, con lo que nos amenizan nuestros políticos y gabinetes de expertos, van a desbancar a series, culebrones y programas de entretenimiento, y lo que es más triste, con un mal guion y con peores actores.

Al principio del encierro me propuse confiar, no ser crítica y hacer todo lo que estuviese en mi mano para ayudar, no ser un peligro y, por supuesto, no empeorar la situación, al menos la de mi alrededor. Las dos primeras terminaron en la basura hace tiempo. La tercera no nos queda más remedio que seguir con ella y cuidarnos y cuidar de no contagiarnos ni contagiar.

Si quienes suponemos que atesoran la información buena, esa de primera mano, la calentita, la que a todos nos gustaría tener van como locos al volante sin frenos ni casco ¿cómo vamos a ir los pobres ciudadanos a los que nos llega información manoseada, tergiversada o tamizada? Pues claramente, como podamos o sepamos o según nos pille el día.

Las malas situaciones siempre tienden a empeorar. Y si quienes poseen las llaves ni siquiera son capaces de abrir las puertas en el momento oportuno, se encontrarán con un tropel de gente queriendo salir por su santa voluntad, o lo que se traduce en que al final la gente se termina cansando y sale y hace lo que le parece o no debe.

De no necesitarse salir con mascarillas a la obligatoriedad en unas semanas. Que vamos a comenzar a hacer tests, ¡oye que aún no! Desinfecta los zapatos al llegar a casa, ¿y eso para qué?, (risa de medio lado), mientras desinfectan aceras y carreteras cercanas a centros de salud, hospitales... Los niños saldrán a la calle a acompañar a sus padres a hacer la compra, a la farmacia o al banco, ¡eh tú, que la gente anda como loca con la medida! Bueno... entonces que salgan una hora todos los días y pueden correr, llevar pelotas y monopatines (lo más adecuado para controlar a los críos), siempre en el ratio de un kilómetro del hogar (y si en esas calles hay muchos niños turnos como en la carnicería o masificación y lío), podrán ir acompañados de sus padres o un hermano mayor (¿entonces si les apetece bajan solos a la calle? No, siempre con los padres. ¡Pues cambia de verbo!).

Claramente lo que lleva paréntesis son mis puntualizaciones de mi rueda de prensa particular.

Y por último uno de mis capítulos favorito, la venta de mascarillas y gel hidroalcoholico, desaparecidos e inexistentes semanas antes del confinamiento y justo cuando el Gobierno fija un precio máximo, las farmacias con sus trastiendas y almacenes a rebosar, comprados los lotes a un precio muy superior al fijado y amenazan con no vender los productos porque aseguran perderán dinero. Mientras, en otra España paralela, tímidamente, reabren nuevamente los comercios de alimentación los ciudadanos chinos y regalan una mascarilla al cliente que va a comprar a su tienda, al final se cumple el dicho de mi madre de que dinero que te gastas en comer te lo ahorras en farmacia, y es que si por una barra de pan dan una mascarilla gratis, van a lograr el precio más bajo de este objeto.










María Caballero
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