Todavía
habrá quien afirme que se aburre durante el confinamiento, con lo
que nos amenizan nuestros políticos y gabinetes de expertos, van a
desbancar a series, culebrones y programas de entretenimiento, y lo
que es más triste, con un mal guion y con peores actores.
Al
principio del encierro me propuse confiar, no ser crítica y hacer
todo lo que estuviese en mi mano para ayudar, no ser un peligro y,
por supuesto, no empeorar la situación, al menos la de mi alrededor.
Las dos primeras terminaron en la basura hace tiempo. La tercera no
nos queda más remedio que seguir con ella y cuidarnos y cuidar de no
contagiarnos ni contagiar.
Si
quienes suponemos que atesoran la información buena, esa de primera
mano, la calentita, la que a todos nos gustaría tener van como locos
al volante sin frenos ni casco ¿cómo vamos a ir los pobres
ciudadanos a los que nos llega información manoseada, tergiversada o
tamizada? Pues claramente, como podamos o sepamos o según nos pille
el día.
Las
malas situaciones siempre tienden a empeorar. Y si quienes poseen las
llaves ni siquiera son capaces de abrir las puertas en el momento
oportuno, se encontrarán con un tropel de gente queriendo salir por
su santa voluntad, o lo que se traduce en que al final la gente se
termina cansando y sale y hace lo que le parece o no debe.
De
no necesitarse salir con mascarillas a la obligatoriedad en unas
semanas. Que vamos a comenzar a hacer tests, ¡oye que aún no!
Desinfecta los zapatos al llegar a casa, ¿y eso para qué?, (risa de
medio lado), mientras desinfectan aceras y carreteras cercanas a
centros de salud, hospitales... Los niños saldrán a la calle a
acompañar a sus padres a hacer la compra, a la farmacia o al banco,
¡eh tú, que la gente anda como loca con la medida! Bueno...
entonces que salgan una hora todos los días y pueden correr, llevar
pelotas y monopatines (lo más adecuado para controlar a los críos),
siempre en el ratio de un kilómetro del hogar (y si en esas calles
hay muchos niños turnos como en la carnicería o masificación y
lío), podrán ir acompañados de sus padres o un hermano mayor
(¿entonces si les apetece bajan solos a la calle? No, siempre con
los padres. ¡Pues cambia de verbo!).
Claramente
lo que lleva paréntesis son mis puntualizaciones de mi rueda de
prensa particular.
Y
por último uno de mis capítulos favorito, la venta de mascarillas y
gel hidroalcoholico, desaparecidos e inexistentes semanas antes del
confinamiento y justo cuando el Gobierno fija un precio máximo, las
farmacias con sus trastiendas y almacenes a rebosar, comprados los
lotes a un precio muy superior al fijado y amenazan con no vender los
productos porque aseguran perderán dinero. Mientras, en otra
España paralela, tímidamente, reabren nuevamente los comercios de
alimentación los ciudadanos chinos y regalan una mascarilla al
cliente que va a comprar a su tienda, al final se cumple el dicho de
mi madre de que dinero que te gastas en comer te lo ahorras en
farmacia, y es que si por una barra de pan dan una mascarilla gratis,
van a lograr el precio más bajo de este objeto.
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