martes, 31 de marzo de 2020

Tras el parón, el bajón



Tarde o temprano tenía que pasar, había demasiado ruido, y tímidamente comienza a acomodarse el silencio. Las pasadas semanas de ánimos superlativos, de deporte intenso en casa, de chistes superpoblando redes, de fotos de archivo, de vamos a inundar todo con canciones, paisajes, mascotas... Días superlativos en los que hemos criticado a todos los políticos presentes y futuros. Horas para discutir entre nosotros, darnos de baja de los grupos de siempre. Nos han bombardeado con bulos de todo tipo, sin orden ni razón, por el simple hecho de que algunos así tenían algo que hacer. Han desfilado ante nosotros webs con clara intención de timarnos bajo la manoseada solidaridad. En tantos casos, matar tiempos ocupando espacios. Es lo que me ha llegado.


Y lentamente se va instalando el bajón, el ánimo decae, las ganas se desinflan, corremos el peligro de que la luz se apague, de que las voces se silencien, de que el abismo negro nos abrace y no nos suelte. Y es ahora cuando quiero tus chistes, porque te salvan de algo, y tus coloridas fotos porque son el deseo y tus textos sinceros con los que por fin te conozco. Pero quiero lo tuyo, no lo de otros, lo de otros para ellos, y que por fin aprendamos que no es lo mismo compartir que copiar y pegar, que molesta mucho pensar "no sabía que escribía tan bien"... y en el tercer párrafo descubrir que ya te la han vuelto a colar. Que tu voz, incluso con faltas de ortografía sea la que me habla.

Mi terapia es correr, y ahora no la tengo, me salva de casi todo, me centra, me ayuda; escribir, es el sucedáneo, y no lo hago para ti..., ni para ti..., lo hago por y para mí, y si te sirve, te interesa o te gusta, me alegro. Escribo porque puedo, estamos en un momento en el que si miramos hacia otros como los valiosos, los que hacen, los que sirven, caeremos en las redes del bajón, es momento de que cada uno seamos héroes de nosotros mismos, de nuestras casas, nuestras cosas y así lograremos mantener la luz bien intensa y las ganas de luchar, de vencer y de regresar a nuestra vida de hace unas semanas.


María Caballero




lunes, 30 de marzo de 2020



¿Tú cómo sales de casa?


Lo poco que lo hago, a mí me ha dado por salir deprisa, andando muy rápido, como si tuviese un crono delante o un tiempo determinado para poder permanecer fuera. Sería más lógico caminar despacio, saborear los pocos momentos en el exterior, respirar hondo y relajar la mente. Muy al contrario, salgo con prisa, respiro poco, siento que estoy haciendo algo malo e incluso me siento un poco delincuente.

Me encantaba la noche de los muertos vivientes (sé que soy una antigua), si de pronto nos convertimos en los protagonistas, ¡maldita la gracia!

Logro alcanzar la zona más amplia, dejo atrás las callejuelas estrechas, y lo tomo como un triunfo. En la calle no hay nadie, ¿y si ha desaparecido la humanidad? Acelero el paso y no dejo de mirar atrás. Pronto comienzan a aparecer zombis, frunzo el ceño y acelero el paso. Unos con mascarilla, otros sin ellas. Me miran como si yo también fuese una zombi, me molesta bastante, solo me devuelven el mismo reflejo de mi rostro. Voy cambiando de acera constantemente, cuando me dispongo a hacerlo el de enfrente piensa lo mismo y regreso a mi sitio. Pocos son los que caminan despacio, miran hacia arriba para disfrutar de los rayos de sol en su cara, se paran en medio embobados con el móvil..., esos son más sospechosos, hay que alejarse rápido. Con los contados conocidos con los que me cruzo me salta el corazón, me alegro mucho de verlos bien, nos saludamos de lejos, con la mano, ellos también tienen prisa, desvían su trayectoria y me miran como si fuese una zombi, me molesta mucho más que con los desconocidos, incluso cuando yo he pensado lo mismo de ellos. Es mejor no salir a la calle, total, es el mes de los muertos vivientes, y lo único que deseo es regresar a casa sin que me atrape ninguno.

Allí todo es seguridad, qué tranquila se ha vuelto la gente, todos en casa y más silencio que nunca, hasta que dan las 20:00 y el cuerpo nos pide música a todo volumen, cantar, gritar, aplaudir con rabia, con ganas, con ilusión, por los otros, por nosotros, por tantos, por todos, estamos vivos encerrados sí, aunque no hundidos, nos emocionamos, amamos a distancia, esperamos, deseamos, peleamos duro con un solo arma, quedarnos en casa, y no darle más fuerza a este odioso virus.



María Caballero




miércoles, 25 de marzo de 2020

La importancia de las pequeñas cosas.


Primero echamos de menos a las personas que queremos, por no poder verlas, abrazarlas apretado, acariciarlas, besarlas. Esa es la ausencia más grande de todas.

También se añoran los lugares a los que no podemos volver cuando queremos hacerlo, sus olores, su luz.

La libertad, cuando nos falta, hacer lo que nos dé la real gana.

Incluso el trabajo, creíamos que lo odiábamos, a los compañeros, que no nos caen ni bien del todo.

Y dentro, se nos va revolviendo algo, son las pequeñas cosas, que por separado son insignificantes, vulgares, y juntas construyen vidas, son nuestro yo, nos importan, nos acompañan a diario, pese a ser invisibles, y justo para verlas tienen que desaparecer.

Echo de menos salir despreocupada, agarrar una publicidad de un coche, tocar un semáforo, apoyarme en un escaparate, revolver en mi bolso una y otra vez, tocarle el brazo a algún desconocido que me pregunta por una calle, y con esas manos, llenas de mil cosas, tocarme el pelo, rascarme la cara..., reírme de todo.

Añoro ser cerda, y sin pensar en lo que toqué antes, agarrar una bolsa de patatas, abrirla con prisa y comer con ganas, sin lavarme las manos, agarrar el móvil, con los dedos grasientos..., reírme de todo.

Charlar con cualquiera, sentarme en un banco, sobre el que muchos otros cuerpos lo hicieron antes, acariciar a los perros con los que me cruzo, probar una cereza limpiándola con un breve roce contra mi jersey.

Nuestras pequeñas cosas que durante mucho tiempo perderemos y no sabemos si volverán o las querremos con nosotros de nuevo, porque ya no nos reímos de todo.





María Caballero

domingo, 22 de marzo de 2020



Cumplir años en esta crisis es un gran regalo.



Hoy es el cumpleaños de mi madre, nada menos que 85 se ha puesto por montera. Queríamos regalarle ilusión, esperanza, alegría. La confirmación de la ampliación del estado de alarma le ha amargado el día. Lleva trece días encerrada, sin escapadas furtivas para tirar la basura o comprar un poco de aquello que aún tenemos. Encerrada del todo. Se ha tenido que conformar con una llamada telefónica de sus nietos.

Como no teníamos otra cosa, le hemos regalado nuestras payasadas, sus hijos soltando tonterías que en otro momento le hubiesen molestado, ella es muy seria, y hoy se ha tronchado, incluso quería ponerse otro año y tuvimos que agarrar la calculadora para sacarla de su error, ¡que no son 86!

Y es que hoy se ha visto victoriosa, sumando, en momentos en los que muchos otros restan, y sé que este cumpleaños nunca lo olvidará, porque hoy, también le ha ganado al virus, y ese sí que es un gran regalo.

Cumplir años en estos momentos duros, cumplir... cumplir... ¿celebrarlo bien...? ya tendremos tiempo después.




María Caballero



sábado, 21 de marzo de 2020



¡Deja de lloriquear por no correr fuera, está muriendo gente!


A todos los que queréis salir a correr a costa de todo y de quien sea, os propongo algo, iros mañana a alguna tienda 8 horas.

Hace unos días, al ir a pagar en un supermercado, un chico al que conozco desde hace años, al borde de las lágrimas, me dijo: perdona un segundo pero me tengo que quitar la mascarilla un momento, me estoy mareando. No le importó nada más, no podía más. Ni pensó en el virus.

Y si os mando a un hospital, centro de salud, de día, residencia de ancianos... quemáis hasta las zapatillas.

Y hay mucha gente más que no tiene la suerte de que le prohíban hacer cosas, al contrario, están obligados a hacerlas para salvar vidas, hacer respetar normas o hacer que el país no se paralice y nos quedemos sin los servicios básicos para no enfermar o morir todos.

Los corredores somos gente con principios, con cabeza, sensatos, hemos demostrado ser solidarios, al menos hasta ahora lo creía, y si hay que dejar de correr, se deja. No soy menos corredora que tú, y llevo semanas sin hacer ni 100 metros y ni lo echo de menos, ahora tengo cosas mucho más valiosas por las que competir. ¡Deja de lloriquear de una vez por el puto correr, está muriendo gente, está enfermando gente, se están perdiendo empleos...!

La vida que teníamos hace unas semanas se puede ir a la mierda, y aún así, sigue creciendo el calendario de las carreras que ya han sido listas y han pillado fecha para después de la crisis. No me preguntes si quiero correrlas, pregúntame si podré pagarlas o tendré salud para apuntarme a alguna.

Ahora mismo hay muchas cosas que hacer, y la que está en manos de todos es quedarnos en casa, es no empeorar la situación.

Resistiré, erguido frente a todo.
Resistiré, para seguir viviendo.

Resistiré, resistiré.





María Caballero




viernes, 20 de marzo de 2020




La primavera ha venido nadie sabe cómo ha sido.

¡Cómo se echan de menos esos síntomas de la alergia, ese picor de nariz, esos estornudos! ¡Quién nos iba a contar que pasaríamos una de las estaciones más bonitas encerrados! Que cambiaríamos el olor de las flores por el de la lejía, el desinfectante, el jabón o el bioalcohol. Y eso que yo tengo suerte y dos de mis ventanas y la terraza dan a un jardín y podré apreciar el cambio en los árboles, la llegada de las margaritas silvestres y la alegría de los gorriones.

Nosotras no hacemos mucha vida en la terraza y estos días estamos descubriendo otras vidas, y a otras personas, como a los vecinos de los pisos altos de la torre de enfrente, a los que nunca habíamos visto antes y ahora, en el momento aplauso, nos saludan con sus linternas.

¿Tú qué ves desde tu terraza? Si la tienes, porque en los bloques modernos tienen la mala idea de suprimirlas, ¡con el juego que están dando las terrazas en este encierro!







María Caballero


jueves, 19 de marzo de 2020


Día 19 de marzo, San José


Presentación de Crónica de un mal virus Covid19, página creada en Facebook.


Desde que corrí el maratón de Sevilla el 23 de febrero, qué lejano parece, no he vuelto a publicar nada, en parte porque ya se iba presintiendo un mal rollo que no me gustaba nada. Ni de lejos podíamos imaginar algo tan tremendo como lo que estamos viviendo.

Y es increíble lo contentos y adaptados que estamos al semiencierro, al estado de alarma, a las cifras negras del coronavirus, al futuro incierto... las redes se llenan de gente que no deja de entrenar, que tiene mil actividades, que va a salir de ésta con el título de chef... y no me entendáis mal, que el optimismo, la alegría, la ilusión, el buen rollo, el no perder la esperanza... es la mejor de las medicinas, pero creo que, sin ser un coñazo, también hay que contar lo malo, decir hoy estoy jodido, tengo miedo, necesito un abrazo que nadie me va a dar, quiero darte un beso sin temblar porque no sé si me vas o te voy a pasar el virus, quiero darle seguridad a los niños cuando les explico lo que nos está pasando y se me quiebra la voz al hablar.

Las redes hace tiempo que son los mundos del arcoiris de mil colores, pero siempre quitamos el negro, el gris, e incluso el marrón oscuro. Y a mí hay días que el negro se me planta delante y no le echo ni a patadas.

Los que habéis leído alguna vez mi blog sabéis que mis líneas son más de buen rollo que de otra cosa.

Aquí no sé lo que saldrá, aunque prometo sacar lo mejor que tenga, y siempre sin olvidar que a cualquier situación, por mala que sea, siempre se le puede sacar un chistecillo.





María Caballero
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