domingo, 24 de marzo de 2019

El maratón no se ha inventado para todos los corredores



Tanto como oímos hablar de la fiesta del running cada vez que se acerca un maratón es normal que todos queramos participar y estar en ella. Los corredores, además, lo solemos describir como algo grande, hasta que no corres un maratón no descubres lo que es correr, cruzar la meta de un maratón es algo increíble, el maratón hizo que me descubriese como corredor, el maratón te cambia la vida... y tantas otras que hemos leído e incluso pronunciado o escrito. Y ya ver esas fotos de sonrisas inmensas y estrenadas medallas deben terminar de poner el deseo en los labios de los demás.

Como en cualquier fiesta, depende del momento en el que acudas a ella, será increíble, llena de música, público, espectáculo... o no será más que un trozo de asfalto con un arco al final. Imaginemos la mejor de las fiestas a la que hemos acudido, si llegamos pronto, la disfrutaremos al máximo, en todo su esplendor de lo que pueda ofrecernos. Si llegamos tarde, normalmente, no quedará nuestra bebida favorita, la comida escaseará, nos costará seguir la conversación en los grupos y nos decepcionará y pensaremos que fue una mala fiesta. Y ahí, estamos equivocados hasta el fondo, la fiesta mereció la pena, fue buena, estuvo bien organizada, solo que no la vivimos como esperábamos.


El maratón creo que para que reluzca en toda su magnitud ante nosotros hay que terminarlo antes de las cuatro horas. A partir de ese tiempo cambia mucho el escenario, el público se reduce, el speaker se dedica a la entrega de premios, a comentar si se ha batido algún récord... y ya no está tan volcado en los corredores que llegan, según se pasa de las cinco horas, cruzar la meta suele ser un acto frío, más bien solitario y sin nada de épica alrededor. Y esto en lo concerniente al arco. Antes, los últimos corredores a veces sufren el tener que correr por la acera porque la carrera ha sido reabierta al tráfico, corren entre gente, que puede que ni sepan que están participando en una carrera, y si no se conoce muy bien el recorrido, además, aparece el peligro de perderse y no terminar el maratón.





Esta reflexión la tenía hace tiempo dentro, ha salido con Castellón, el speaker dijo “y esto ha sido todo”, cuando aún quedaba gente por llegar, es más, aparecían al fondo de la calle, ¡es injusto! Si conocéis a alguien que vaya a correr un maratón, y termine en cinco, cinco y media o incluso seis horas, intentad montarle su pequeña y privada fiesta personal en meta, con mucho jaleo por parte de su gente, que se sienta especial, igual que lo fue el primero, porque colocarse en la línea de salida de esta distancia ya es un gran paso, y superar kilómetro a kilómetro los 42 hasta cruzar la meta cuesta mucho esfuerzo, sufrimiento, dolores...

Nunca olvidaré a una señora, bastante mayor, que en el maratón de Málaga 2014 iba completamente sola, muy al límite de tiempo, perdida cuando le faltaban aún bastantes kilómetros. Habían quitado las vallas, los voluntarios se habían retirado... y un policía no sabía indicarle muy bien cómo era el recorrido que le quedaba. Si yo lo hubiese conocido la habría acompañado, corría tan despacio que andando podía ir a su lado. Me pareció la cara más triste del maratón, pagó el mismo precio por su dorsal que muchos corredores y lo que obtuvo a cambio fue incertidumbre, dudas y un camino borrado. Me dio por pensar si con los años me vería alguna vez como ella, mayor para seguir siendo maratoniana, joven para renunciar a un sueño. Seguramente ella llevaba años corriendo, por su ropa, su cuerpo... no era el primero al que se enfrentaba, puede que ni el último.


Ni a otros dos en el maratón de Madrid 2016. Afortunadamente para ellos el recorrido seguía marcado. Llegaban a Atocha, casi al borde de las seis horas. Aún le quedaban varios kilómetros y corrían muy despacio. Un hombre muy mayor, al darle ánimos me preguntó si tenía un gel. Se lo di, y una botella de agua, le ofrecí más cosas y ya ni me contestó. La mujer andaría por los cuarenta y tantos. No quería nada, solo saber la hora, ¿cuánto falta para que cierren?, ¿queda alguien aún, o se han llevado la meta? Las ganas de llorar que me entraron fueron increíbles, le aseguré que su meta estaría allí, que la cruzaría, que no se la iban a quitar... debí poner tanta euforia que le cambió la cara, y sonrió, no supe nada más de ella.




Correr un maratón merece la pena, y prepararlo, desearlo, odiarlo, buscarlo por otras ciudades o países, planearlo, amarlo, soñarlo, … es verdad que es una gran experiencia y una buena fiesta, que si no se nos tuerce por el camino la viviremos intensamente, y a veces, ni somos muy conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor, la fiesta la llevamos dentro, y lo que refleja nuestra cara en ocasiones no es lo que va en nuestro interior, que son cohetes, palmas, risas y seguramente un convencido ¡¡eres la puta ama!! al cruzar la meta. Cada maratón queda para siempre con nosotros, porque ninguno se olvida, ni hay dos que vayan exactamente iguales, ni siendo en la misma ciudad, nunca se deja de aprender en esta distancia ni de guardar recuerdos en el corazón, unos muy buenos, otros no tanto, todos sirven.



María Caballero
@MCG66Madrid



5 comentarios:

  1. Grande Maria. Preciosa y precisa reflexión. Solo quisiera aportar que todo el que quiera animarse a esa grandiosa aventura sepa que hay que pagar y se debe pagar un precio Entre doce y dieciseis semanas antes hay que centrarse en prepararse física y mentalmente o esos 42,195 kms pueden convertirse en todo lo contrario de una fiesta. Un abrazo y deseando volver a coincidir contigo por los caminos

    ResponderEliminar
  2. Ufffff María, primero me encanta la entrada, luego muchisimo que comentar al respecto aunque en esencia estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Luego pondré algo más extenso en el post de tu muro en el Facebook.

    ResponderEliminar
  3. Muy buena y bonita reflexión. LO he pensado alguna vez, si me voy a mas de 5 horas que pasara por mi mente.

    ResponderEliminar
  4. Tu lo has dicho casi todo, pero sigue siendo mágico, después de las tres operaciones de rodilla llore mucho porque me dijeron que se había acabado todo. Después me atreví con la Desértica (72km) y en cambio no me he atrevido con una maratón, con eso te lo digo todo. La maraton es otra cosa, se debe correr y no andar y para disfrutarla hay que ir muy bien preparado, si no mejor no intentarlo. Es mi opinión.

    ResponderEliminar
  5. María una muy buena entrada.
    Soy de los que no han conseguido bajar de 4:30 nunca, posiblemente empecé muy tarde y aún así siempre he llegado con animación a meta.
    Pero de todas formas casi siempre tanto en Maratones como en ultras siempre he terminado "frio", casi con la sensación de otro día en la oficina, solamente en Castellón terminé emocionado, quizás porque a pocos km de meta pensaba que no podría terminar, pero de lo que siempre he disfrutado ha sido del camino hasta esa meta.

    ResponderEliminar

Dame tu voto ¡Gracias!

Dame tu voto en HispaBloggers!

Contador Visitas