Madrid,
22 de marzo de 2015
Estas reflexiones han
surgido por lo que leo en otros blogs, redes sociales y mensajes de wasap, por
las charlas con corredores y por lo que yo misma he vivido en los últimos años
como corredora.
No deja de sorprenderme la gente
que se encuentra muy activa, motivada, llena de energía y proyectos, y un buen
día, se desinfla, como un globo, y lo deja, ya no funciona su motor para seguir
y ese día se plantea si correr le hace realmente tan feliz como imaginaba.
Creo que, tarde o temprano,
todos los corredores populares nos vemos envueltos en una vorágine. Puede darse
que nos dejemos atrapar, continuemos en esa corriente y toquemos fondo, para después
remontar y volver a salir o nos quedemos apartados de este deporte para
siempre. También puede ocurrir que la veamos llegar, como si fuese el tío del
mazo, sepamos sortearla y pararnos unos segundos a reflexionar y solucionar el
problema que se nos viene encima. Si queda tocada la motivación, que, al menos
para mí, debe hallarse dentro de nosotros, no en las redes sociales, ni en los
amigos que nos arrastran para salir a entrenar o participar en carreras,
tendremos que volver a atraparla. Si otros deciden por nosotros, pronto nos
veremos arrastrados por la corriente, cual débil hoja, hasta terminar agotados
o despreciando el deporte que hasta ese momento amábamos.
A mí motivación no me ha
faltado por ahora, pero sí toqué fondo en las carreras de 10kms, me empezaron a
parecer una obligación. Unas no me las quería perder porque eran especiales
para mí, a otras tenía que ir porque eran especiales para los demás. Nunca
quise correr más de una al mes, por el desgaste que me suponía. Hubo meses en
las que parecía pecado no acudir a las tres que se celebraban, no asistir, dejaba
un mal regusto.
No podemos estar en todas
las carreras que se celebran, ni quedadas, ni participar en cada uno de los diversos
grupos de entrenamiento, que cada vez se organizan más… ¡algo nos debemos perder!
Yo misma noté cómo las
corrientes me agarraban por los pies y me arrastraban a una loca ida y venida,
de un sitio a otro, con una extraña apetencia por querer figurar en todos los
lugares.
Llegué a pensar si no era
mejor esa época en la que nadie sabía que corría, ni que participaba en carreras.
Tras terminar, regresaba a casa, y muy pocas personas conocían lo que había
hecho esa mañana. Solo tenía Facebook y allí no lo comentaba, a ninguno de mis contactos,
amigos, de aquel entonces les interesaba. La alegría de conocer a gente
increíble y compartir estas experiencias que unen tanto, se estaba quedando relegada
a un segundo plano, del placer, caminaba rumbo a la obligación.
Si deseamos estar al día de
todo, ser los primeros en hacer algo, ser originales, encontraremos nuevos
motivos para estresarnos.
Las
modas son pasajeras, siempre, también en nuestro mundito de
corredores. Somos un público perfecto para las marcas. Los populares parece ser
que lo necesitamos todo, lo queremos todo. ¿Cuántas cosas compramos y después
mueren en los cajones sin haberlas estrenado o usado apenas? Además, lo que hoy
es ideal y maravilloso en cuanto a zapatillas, ropa y otro material, mañana nos
convencerán de que tenemos que desecharlo, y comprar lo opuesto.
Si
te has decidido, tu amigo llegará con uno mejor. En
cuanto te compras unas zapas, GPS o lo que sea, sale otro inmediatamente a la
venta, que siempre te parecerá que tiene mejor pinta, seguramente, solo porque
a tu alrededor lo lleva otra gente.
No
por mucho madrugar… Por muy temprano que salgas a entrenar,
inevitablemente, te cruzarás con algún corredor que ya esté regresando. Ese día
te quedas sin poder tuitear que ¡has sido el primero!
Por
muy bien que lo hagas, habrá mil mejores. He dicho pocos,
porque cada vez somos más, y cuando creíamos que teníamos una posición
privilegiada en las clasificaciones, aparece una nueva oleada de corredores que
nos desplaza nuevamente hacia atrás.
Popularmente
anónimos. Por muy conocidos que nos creamos, solo lo
somos para una parcela reducida de gente, podemos quedarnos una semana entera
sin entrenar, perdernos varias carreras, faltar a las quedadas, incluso no
publicar nada en redes sociales, y no pasa nada, ni nos van a sancionar, ni se
desintegrarán nuestras zapas, ni perderemos nuestras apreciadas medallas,
ganadas con tanto esfuerzo. Las pruebas se van a celebrar incluso sin nosotros.
No
tan iguales. Ni por llevar la misma camiseta nos
transformamos en el de al lado, ni por correr con las zapas de los
profesionales, correremos como ellos. Somos únicos. No tratemos de compararnos
con los demás, cada uno progresamos a un ritmo, competimos con nuestros propios
objetivos y nuestros gustos son diferentes, aunque no lo parezca, debemos hacer
lo que nos apetezca y nos llene en cada etapa.
Publicamos
porque nos apetece. Nuestros entrenamientos no son de
interés público, por supuesto, ni los mejores, ni los más cañeros… Hay quien ha
tenido el valor de soltarlo claramente: “me da absolutamente igual lo que
entrenéis”. Aún así, vamos a seguir colgándolos en todas partes si nos apetece,
si a otros no les agrada verlos, que se los salten, pero si a alguien le ayudas
a salvarse de tirar la toalla en los malos momentos, o motivas a otro a dejar
el sedentarismo, o… habrá merecido la pena. Puede que nadie comente tus
publicaciones, ni siquiera recibas un “favorito” o un “me gusta”, eso no quiere
decir que no te lean, a veces, simplemente a los demás les falta tiempo, y
mucha gente jamás comenta nada, pero lee todo. Publica para ti, porque te ayuda,
te gusta verlo ahí plasmado, o te hace sentir importante.
De esta manera empecé a
escribir mi blog, solo para mí, por si un día dejo de recordar lo que he hecho,
para saber lo que he vivido, conservar esos momentos tan buenos que no quiero
perder en el olvido, si, además, le sirve a alguien más como motivación, ayuda
o simple entretenimiento, ¡más que genial!
Correr merece la pena;
competir da muchas satisfacciones personales; entrenar nos ayuda a conocernos
mejor.
Gente a la que he visto con
la cara iluminada de alegría, los ojos brillantes de emoción, gritando lo que
llevan dentro a pleno pulmón al cruzar una meta, riendo y llorando al tiempo, no
es posible que anden pensando si les merece la pena seguir corriendo, si eso es
lo que les gusta y les llena, para mí la respuesta es sencilla, SÍ, solo hay
que luchar para que lo que es diversión no se
transforme en una nueva obligación.
Saludos, abrazos, besos,
María
Caballero
@MCG66Madrid