Madrid, 15 de febrero de 2014
Dar el gran salto, como
solemos denominarlo los populares, al maratón es cuestión de meditarlo, de
tentación, de piques, de reflexión… Lo más sencillo de todo el proceso es, decidirnos.
Con conocimiento de nuestra realidad y sin engañarnos, casi siempre acertamos
con el momento de -sin que nos tiemble demasiado el pulso- inscribirnos.
Después vienen esas 12-14 semanas de dedicación a la preparación de nuestro
maratón, que no son fáciles, que requieren esfuerzo, dedicación, constancia,
compromiso, tiempo, ganas… ¿Demasiado verdad? Y fuerza, para afrontar los
entrenamientos con esa carga de kms. a los que no estamos acostumbrados, y
suerte, porque en parte es la que nos resguarda de la temida lesión o
enfermedad.
Para saber que todo esto es
así, basta con mirar algún plan de entrenamiento y compararlo con el que
nosotros llevamos en ese momento.
Tanto la primera vez
(Maratón de Madrid, abril 2013), como la segunda (Maratón de Sevilla, febrero
de 2014), lo que más me ha costado no es tener que enfrentarme a esas
ultratiradas de 28-30 kms. (normalmente en solitario), y aguantarlas pese al
cansancio, las ganas de dejarlo para otro día o llevar la cabeza machacándome
con el ¿para qué te metes tú en estos líos?, no, lo que realmente me ha
costado superar son esas dos temidas semanas antes de que llegue el día de la
competición.
Nada más darle la vuelta a la
página que marcaba mi semana número 12 de los planes de entrenamiento (yo
dedico 14 a la preparación), volví a sentir ese encogimiento de estómago automático,
imperceptible al principio, pero que de puro insistente casi me deja sin aire.
Empecé a desear que no terminasen mis rodajes largos, ni las temidas series, ni…
Lo que no quería realmente era enfrentarme nuevamente a esa espera agónica en
la que la cabeza y el cuerpo dejan de ser uno, de conocerse, y pasan a ser
enemigos, cada uno metido en su papel pero sin aceptar el del otro. El cuerpo
empieza a enviar mensajes de que quiere lo que le gusta, ¡correr!; la cabeza le
frena, le coloca las riendas y como una letanía repite hasta el aburrimiento
que ya está todo terminado, la preparación ha concluido y toca descansar,
recuperar los músculos, las fuerzas perdidas. Eso dura dos días, al tercero la
cabeza es una loca que no para de incordiar: ¿y si no has dado todo lo
suficiente?, una tiradita más igual te viene bien. ¡Ay madre, creo que no estoy
preparada! Y el cuerpo, pues claro, se derrumba, sin sus endorfinas de la
felicidad comienza el día apático, de gran subida de kilómetros a tremenda
bajada, se me nota en el rostro, en los movimientos: ¿te encuentras bien?, sí..,
es que quiero correr más… Yo, que nunca olvido nada, empiezo a perder objetos
por casa, no recuerdo para qué he vuelto a salir a la calle, me hablan y al
rato descubro que no sé ni una palabra de las que me han dicho, me sitúo frente
a la tele como zombi, mirando la pantalla atontada, sin escuchar.
Y no hablemos de la obsesión
que entra con los puntos clave para las últimas semanas:
Descansar
bien,
ahí estoy mirando el techo a las cuatro de la madrugada, tensa, porque tengo
que dormir y no puedo; de nuevo con los ojos como platos a las seis, porque he vuelto
a soñar que me perdía en el recorrido de Sevilla y no era capaz de encontrar la
meta…
Estar
hidratados, y ando como los adictos con la botellita de agua en la
mano todo el tiempo, o dejando con la palabra en la boca a la gente para
lanzarme a por un vaso de agua porque ya he pasado sin beber ¿cuánto…? Las
visitas al baño durante estas semanas también aumentan, y cuesta volverse a dormir,
otra vez pensando en el dichoso día del maratón.
No
estar mucho tiempo de pie, ni andar demasiado, pues justo lo
contrario. Si no corro y no ando, los nervios me dominan y sentada no aguanto,
así que todo el día de aquí para allá. Sin remedio…
Aumentar
la carga de hidratos, es lo que mejor cumplo, ¡menos mal! A ratos,
porque otros me obsesiono con aumentar aunque sea medio kilo que tendré que
arrastrar conmigo por esos temidos 42,195 metros y vuelvo a la hoja verde,
pensando en los hidratos, y me siento ¡fatal!
No
constiparse, no lesionarse, ¡qué sencillo decirlo!
Deberíamos colocarnos una mascarilla y un traje antivirus para poder soportar
estos días sin volvernos neuróticos, hipocondriacos, maniáticos… y no sé
cuántas cosas más. Coincidir en la cola de no importa el lugar con alguien que
tose y huir, escuchar al vecino comentar no sé qué de que le han dicho que
tiene y salir por piernas. Dos semanas… así…, mirando alrededor con miedo de
que algún virus quiera poseernos.
No estoy escribiendo esto
porque me apetezca, solo que me han entrado unas ganas horribles de lanzarme a
la calle, pegarme una tiradita de dos horas, y como sé que no sería lo correcto,
me he sentado a hacer terapia con el blog y a tratar de descansar las piernas,
aquí quietecita, mientras me hidrato y no pienso en correr, y estoy libre de
virus ¿creo, no?
Merece la pena enfrentarse a esta distancia, dejar los kilómetros zancada a zancada a nuestra espalda, medirnos las fuerzas, conocernos mejor y creer por unos segundos, tras pasar la línea de meta, que somos invencibles.
Mi siguiente crónica será, con
gran alegría, la del maratón de Sevilla.
Cuidaros mucho, queridos corredores.
Saludos, abrazos, besos,
María
Caballero
@MCG66Madrid
Muchísima suerte muchacha, ¡la constancia lo es todo y estoy seguro que te va a ir genial! ;) Yo tengo mi segundo maratón en Sevilla también (el primero Málaga en 3:19:04 en diciembre del año pasado) No conocía tu blog, pero voy a echarle un ojillo! Yo empecé a escribir también, hace poquito, si te apetece pasarte será un placer http://elcorredorerrante.blogspot.com.es/ Un saludo y mucho ánimo, ya está todo hecho, un par de tiradas suaves, carga de hidratos y el domingo que viene... ¡a volar!
ResponderEliminarMucha suerte. Alli nos vemos en 8 dias! Este sera 12 maraton y comparto todo lo que escribes.
ResponderEliminarQue bien descrito María. Muchísima suerte el domingo. Un beso.
ResponderEliminarBuena terapia, lo has descrito muy bien. Estos días están llenos de inquietud pero a mi personalmente es una inquietud que me encanta. Se lo que viene el domingo y estoy deseando que llegue. Mucha suerte María, y como ya te he dicho en otros medios, espero que nos veamos por allí. Sevilla nos espera!
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