La importancia de las pequeñas cosas.
Primero echamos de menos a las personas que queremos, por no poder verlas, abrazarlas apretado, acariciarlas, besarlas. Esa es la ausencia más grande de todas.
También se añoran los lugares a los que no podemos volver cuando queremos hacerlo, sus olores, su luz.
La libertad, cuando nos falta, hacer lo que nos dé la real gana.
Incluso el trabajo, creíamos que lo odiábamos, a los compañeros, que no nos caen ni bien del todo.
Y dentro, se nos va revolviendo algo, son las pequeñas cosas, que por separado son insignificantes, vulgares, y juntas construyen vidas, son nuestro yo, nos importan, nos acompañan a diario, pese a ser invisibles, y justo para verlas tienen que desaparecer.
Echo de menos salir despreocupada, agarrar una publicidad de un coche, tocar un semáforo, apoyarme en un escaparate, revolver en mi bolso una y otra vez, tocarle el brazo a algún desconocido que me pregunta por una calle, y con esas manos, llenas de mil cosas, tocarme el pelo, rascarme la cara..., reírme de todo.
Añoro ser cerda, y sin pensar en lo que toqué antes, agarrar una bolsa de patatas, abrirla con prisa y comer con ganas, sin lavarme las manos, agarrar el móvil, con los dedos grasientos..., reírme de todo.
Charlar con cualquiera, sentarme en un banco, sobre el que muchos otros cuerpos lo hicieron antes, acariciar a los perros con los que me cruzo, probar una cereza limpiándola con un breve roce contra mi jersey.
Nuestras pequeñas cosas que durante mucho tiempo perderemos y no sabemos si volverán o las querremos con nosotros de nuevo, porque ya no nos reímos de todo.
María Caballero
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