Como
nunca viajo en estas fechas no se me ha arruinado ningún gran plan,
aunque sí tenía uno, el de todos los años, disfrutar de la ciudad
semivacía, salir a correr sin ver prácticamente a nadie, pasear
escuchando a los pájaros con el silencio a la espalda, respirar más
sano sin tanto coche atronando. Semana Santa rara de recogimiento
obligado, de silencio que molesta, de calles fantasmas, de Madrid a
rebosar de gente oculta en casa. Si no fuese por el olor a torrijas
no reconocería estas fiestas. En mi barrio no vamos a cantar saetas,
ya ni siquiera gritamos como acostumbrábamos. No soy de ir a
procesiones, sin embargo me duele que tanta gente se quede sin ellas
este año.
Nosotras
lo más típico que haremos es el Vía Crucis en el pasillo, porque
parece mentira que siendo solo tres este espacio esté siempre lleno.
Tengo dos, de pocos metros cada uno, y además los cierra una
puerta, abres... y está mi madre, que justo sale de la cocina,
cierras... y aparece mi hermana siguiendo mis pasos. Temo hasta una
sanción por aglomeración. Mi madre siempre se cabrea si llega y
estamos las dos mostrando chistes la una a la otra desde las
pantallas de nuestros móviles, más o menos lo que ocurre en las
calles, siempre te plantas donde más molestas, y ahí te quedas. Si
está recien fregado, más tentador aún, hay que pasar varias veces,
hacia un lado, hacia otro..., te quedas de charla. Pienso que lo que
nos gusta es el ambientillo que se crea en ese mini espacio, que es
lo que nos va a los españoles, el mogollón, si un bar está casi
vacío no nos gusta, si llegamos y sale la gente por la puerta, nos
encanta, empujamos y entramos también. Donde hay gente hay alegría,
el Rastro, la Cabalgata, la Gran Vía en Reyes, Sol en rebajas,
cartelera de estreno, las ferias de barrio, las Procesiones. Somos de
contacto, de calor, de bullicio, de ruido, de voces altas, de grupos.
El distanciamiento social que nos salva, nos destiñe el alma, nos
borra la ñ de España, somos peligrosos, letales, si me relajo un
punto, te veo y te meto un abrazo, o te planto dos besos, y es que
como se suele decir, es imposible ponerle puertas al campo.
María Caballero
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